Post by Weyland on Apr 22, 2011 13:45:25 GMT 2
(Advertencia: que nadie se enfade por esto, porque solo es mi visión subjetiva sobre el tema).
Honor... Realmente yo no veo ningún tipo de honor en los depredadores. No son samurais, no tienen remordimientos para con sus presas, no podemos, en definitiva, humanizarlos. Nadie sabe por qué se dedican a cazar, y en ese misterio reside el terror que nos infunden (nos infundían) estas criaturas. Creo que el tan famoso código de honor yautja es algo que se dedujo del comportamiento mal entendido de los cazadores en las películas. Personalmente me quedo con las opiniones que hacen los propios personajes de las dos primeras películas... e incluso la tercera: cazan por pura y simple diversión, atraídos por el calor y la violencia de los conflictos entre humanos; son adictos a los trofeos, y no les importa utilizar cualquier método para conseguirlos, cuanto más prestigiosos y peligrosos, mejor. Son engreídos y crueles, y cuando finalmente se ven superados por una criatura a la que creían inferior física y mentalmente a ellos, se autodestruyen por pura soberbia y de manera cobarde, para no darle el gusto a la presa.
Ahora justifico mis palabras.
Vayámonos en un viaje temporal hasta Depredador 1.
¿Qué clase de cazador tenemos aquí? Uno individualista, que en cuanto la nave madre pasa cerca de la Tierra, dice “dejadme, que yo me bajo por aquí”. Separa su pequeña nave personal, y elige su terreno de juego en mitad de la selva. A partir de entonces se dedica a matar comandos armados desde lo alto de los árboles y con el camuflaje óptico siempre activado, hecho que ya destruye absolutamente ese hipotético y enrevesado código de honor: el yautja es tan precavido y oportunista como cualquier cazador furtivo humano (por lo menos para mí, siempre han sido una metáfora de la crueldad humana, desde que vi la primera película siendo pequeño). Se encapricha del comando americano de Dutch, y se dedica a acecharlo y a aniquilarlo uno por uno, con tretas, con terror, emulando sus voces... y siempre con el ventajoso camuflaje activado. Su plan es acumular trofeos de la manera que pueda, para luego volver a la nave madre y alardear de sus logros, simplemente.
Pero se encuentra con Dutch, una presa que parece menos tonta que las otras (de ahí el escaneo cerebral que le hace al agarrarlo del cuello). Le ha herido y le ha impacientado imitando su camuflaje, por lo que, cuando finalmente lo captura, el depredador, enfurecido, siente su orgullo herido y decide iniciar una pelea cuerpo a cuerpo para recuperar su dignidad personal “¿A mí me va a insultar el mono este? Lo voy a moler a palos”. Fuera máscara, fuera armas... pero no por el humano concepto del honor, sino por soberbia. Cuando finalmente tiene a Dutch a sus pies, hay que fijarse en que recurre de nuevo a sus cuchillas (de nuevo ¿dónde está el honor ahí?), pero cae víctima de su propia sensación de superioridad, y el humano termina con él.
Atrapado y moribundo, el yautja repite las palabras que acaba de decirle el mono sin pelo: “¿Qué eres, hijo de Satanás?”. “¿Cómo es posible que una estúpida presa, de esas que llevamos cazando milenios, venga ahora a derrotarnos?”. De nuevo, por puro orgullo, decide autodestruirse y acabar tambien con Dutch... pero ahí no interviente en ningún momento el honor: como un humano engreído, se niega a asumir la derrota.
Seguidme, vayamos a Depredador 2.
Un cazador diferente, un carácter un tanto diferente... una zona de juego diferente. De nuevo se repiten los patrones que les gusta a estos cazadores furtivos: el intenso calor y la violencia que sus presas desatan entre ellas mismas. Trofeos y más trofeos, de nuevo siempre desde una posición ventajosa, y con el camuflaje activado. La única ocasión en la que el depredador se queda sin camuflaje ante una víctima (King Willy), no es porque sea un gesto honorable... sino porque el agua del charco causa interferencias con su sistema, nada más. King Willy es una presa curiosa y apetitosa que el depredador se toma la molestia de matar con sus propias manos por puro capricho... y porque el rasta man no lleva armas de fuego, por supuesto.
En esta ocasión, el vicioso cazador (veamos cómo se ríe de puro placer observando la ciudad encaramado a los rascacielos) se obsesiona con Harrigan y su equipo. Son para él una banda de trofeos, con Harrigan como premio gordo, y por eso juega con ellos todo el tiempo (otra prueba antihonor más: alguien honorable no “juega” rastreramente con sus oponentes). Acaba con Danny en una emboscada para provocar a Harrigan, porque sabe que es su mejor amigo. Termina con Hudson... quiero decir, con el personaje de Bill Paxton también de manera sarcástica y por provocación (“¿Quieres un caramelo?”), y perdona la vida a Leona por... ¿honor? No, nada de eso, amigos y amigas. Yo siempre entendí ese gesto, el no matar a una presa embarazada, no como algún tipo de compasión, sino por ser una presa poco interesante y débil... y además, porque lleva en su interior una cría que, tal vez en un futuro pueda ser un oponente al que cazar. Tal vez una de las pocas normas que este depredador de ciudad se pone a sí mismo: no mates preñadas, porque en un futuro las presas podrían acabarse (o como en ese anuncio español de “Pezqueñines: no, gracias”).
Llegamos al final. Una vez más, el yautja se confía demasiado y la presa termina por superarle. Cobardemente, huye hacia su nave, herido (tras intentar, desesperado, autodestruirse sin éxito), y allí embosca a Harrigan, quien termina con su vida de manera increíble para ser una presa... hecho que contempla el yautja anciano y todos sus guerreros.
Tal vez el anciano sea el único con algo de honor entre los depredadores, o más que honor, sentido común y precaución. Su forma de ser le hace reconsiderar el matar a Harrigan, y como gesto personal, como regalo por haber terminado con uno de los suyos, le permite vivir y le regala un arma de su propio pueblo. ¿Quién sabe si el city hunter, como se le llama, era en realidad uno de los hijos del depredador anciano, y este, con todo su dolor, decide perdonar a Harrigan y a toda su especie, marchándose después? Es un gesto de derrota, y de advertencia. Eso, solo lo sabe Danny Glover, con su sonrisa y su enigmática frase final: “No te preocupes, tendrás otra oportunidad”.
No te preocupes, esta vez se han retirado, vencidos... Pero aman tanto la caza, que volverán, atraídos una vez más por nuestra violencia. La guerra... la guerra no cambia nunca (uy, esta frase es de Fallout ^____^U).
Un salto más, hacia la sorprendente e interesante “Predators”.
Nuevos cazadores, nuevas psicologías, nuevo planeta... y sin rastro alguno de códigos de honor samuráis.
Se dice de estos tres depredadores que son bad bloods, criminales y cosas así... ¿Sabéis qué es lo que yo creo que son? Son nobles entre su raza. En una analogía con los humanos, y comparados a los yautjas de depredador 1 y 2, estos tres serían miembros de familias ilustres y adineradas, también absorbidos por su adicción a la caza (como la caza del zorro y cosas así de absurdas y elitistas). ¿Por qué digo esto? Porque solo hay que verlos y analizarlos: los de las dos primeras películas eran tribales, furtivos, “pobres”, por decirlo así: cazaban en el mundo de sus presas y en condiciones precarias, siempre listos para autodestruirse o huir si la cosa se ponía fea. En Predators, Berserker y sus dos compañeros son tres ricachones tranquilos y caprichosos: tienen todo un planeta a su disposición (así que ninguna prisa, chicos: levantad un campamento y calentad la barbacoa, que las presas no se van a ir; así que tranquilidad), cazan con manadas de perros (como los cazadores pijos humanos), son más grandes y evolucionados (como si fuesen la raza aria yautja), y están tremendamente especializados: un jefe poderoso y racista, que se permite el lujo de matar incluso a los yautjas normales por considerarlos inferiores; un flamante halconero, y el encargado de las bestias perrunas. Son una verdadera partida de caza, con un perfecto sistema de lanzamiento de presas sobre el planeta que programan a voluntad. Pura diversión.
Royce, el personaje de Adrian Brody, los define perfectamente en uno de sus diálogos (que ahora no recuerdo exactamente): los que se vuelven adictos a la caza de hombres, ya no piensan en nada más. El juego está servido, y el poderoso trío de yautjas decide lanzar sobre el planeta una selección de las presas más peligrosas del planeta Tierra... con el consecuente y clásico error del exceso de confianza: una vez más, la presa humana demuestra ser letal cuando se ve acorralada.
Ahora lanzadme redes, lanzas y disparos de plasma, pero esta es mi opinión sobre los predators. No quiero decir que eso del código de honor sea una tontería, sino una licencia de autor, algo ajeno a las películas, que son lo verdaderamente canónico. Mi opinión es tan válida como la posibilidad de la existencia del código de honor, y creo que más de uno la comparte. Luego, cada uno puede pensar lo que quiera, porque por fortuna este mundo es libre en ese sentido.
Hala, espero no haberos aburrido o enfurecido en exceso con mi análisis sobre el tema.
“HA SIDO UN PLACER” ;D
Honor... Realmente yo no veo ningún tipo de honor en los depredadores. No son samurais, no tienen remordimientos para con sus presas, no podemos, en definitiva, humanizarlos. Nadie sabe por qué se dedican a cazar, y en ese misterio reside el terror que nos infunden (nos infundían) estas criaturas. Creo que el tan famoso código de honor yautja es algo que se dedujo del comportamiento mal entendido de los cazadores en las películas. Personalmente me quedo con las opiniones que hacen los propios personajes de las dos primeras películas... e incluso la tercera: cazan por pura y simple diversión, atraídos por el calor y la violencia de los conflictos entre humanos; son adictos a los trofeos, y no les importa utilizar cualquier método para conseguirlos, cuanto más prestigiosos y peligrosos, mejor. Son engreídos y crueles, y cuando finalmente se ven superados por una criatura a la que creían inferior física y mentalmente a ellos, se autodestruyen por pura soberbia y de manera cobarde, para no darle el gusto a la presa.
Ahora justifico mis palabras.
Vayámonos en un viaje temporal hasta Depredador 1.
¿Qué clase de cazador tenemos aquí? Uno individualista, que en cuanto la nave madre pasa cerca de la Tierra, dice “dejadme, que yo me bajo por aquí”. Separa su pequeña nave personal, y elige su terreno de juego en mitad de la selva. A partir de entonces se dedica a matar comandos armados desde lo alto de los árboles y con el camuflaje óptico siempre activado, hecho que ya destruye absolutamente ese hipotético y enrevesado código de honor: el yautja es tan precavido y oportunista como cualquier cazador furtivo humano (por lo menos para mí, siempre han sido una metáfora de la crueldad humana, desde que vi la primera película siendo pequeño). Se encapricha del comando americano de Dutch, y se dedica a acecharlo y a aniquilarlo uno por uno, con tretas, con terror, emulando sus voces... y siempre con el ventajoso camuflaje activado. Su plan es acumular trofeos de la manera que pueda, para luego volver a la nave madre y alardear de sus logros, simplemente.
Pero se encuentra con Dutch, una presa que parece menos tonta que las otras (de ahí el escaneo cerebral que le hace al agarrarlo del cuello). Le ha herido y le ha impacientado imitando su camuflaje, por lo que, cuando finalmente lo captura, el depredador, enfurecido, siente su orgullo herido y decide iniciar una pelea cuerpo a cuerpo para recuperar su dignidad personal “¿A mí me va a insultar el mono este? Lo voy a moler a palos”. Fuera máscara, fuera armas... pero no por el humano concepto del honor, sino por soberbia. Cuando finalmente tiene a Dutch a sus pies, hay que fijarse en que recurre de nuevo a sus cuchillas (de nuevo ¿dónde está el honor ahí?), pero cae víctima de su propia sensación de superioridad, y el humano termina con él.
Atrapado y moribundo, el yautja repite las palabras que acaba de decirle el mono sin pelo: “¿Qué eres, hijo de Satanás?”. “¿Cómo es posible que una estúpida presa, de esas que llevamos cazando milenios, venga ahora a derrotarnos?”. De nuevo, por puro orgullo, decide autodestruirse y acabar tambien con Dutch... pero ahí no interviente en ningún momento el honor: como un humano engreído, se niega a asumir la derrota.
Seguidme, vayamos a Depredador 2.
Un cazador diferente, un carácter un tanto diferente... una zona de juego diferente. De nuevo se repiten los patrones que les gusta a estos cazadores furtivos: el intenso calor y la violencia que sus presas desatan entre ellas mismas. Trofeos y más trofeos, de nuevo siempre desde una posición ventajosa, y con el camuflaje activado. La única ocasión en la que el depredador se queda sin camuflaje ante una víctima (King Willy), no es porque sea un gesto honorable... sino porque el agua del charco causa interferencias con su sistema, nada más. King Willy es una presa curiosa y apetitosa que el depredador se toma la molestia de matar con sus propias manos por puro capricho... y porque el rasta man no lleva armas de fuego, por supuesto.
En esta ocasión, el vicioso cazador (veamos cómo se ríe de puro placer observando la ciudad encaramado a los rascacielos) se obsesiona con Harrigan y su equipo. Son para él una banda de trofeos, con Harrigan como premio gordo, y por eso juega con ellos todo el tiempo (otra prueba antihonor más: alguien honorable no “juega” rastreramente con sus oponentes). Acaba con Danny en una emboscada para provocar a Harrigan, porque sabe que es su mejor amigo. Termina con Hudson... quiero decir, con el personaje de Bill Paxton también de manera sarcástica y por provocación (“¿Quieres un caramelo?”), y perdona la vida a Leona por... ¿honor? No, nada de eso, amigos y amigas. Yo siempre entendí ese gesto, el no matar a una presa embarazada, no como algún tipo de compasión, sino por ser una presa poco interesante y débil... y además, porque lleva en su interior una cría que, tal vez en un futuro pueda ser un oponente al que cazar. Tal vez una de las pocas normas que este depredador de ciudad se pone a sí mismo: no mates preñadas, porque en un futuro las presas podrían acabarse (o como en ese anuncio español de “Pezqueñines: no, gracias”).
Llegamos al final. Una vez más, el yautja se confía demasiado y la presa termina por superarle. Cobardemente, huye hacia su nave, herido (tras intentar, desesperado, autodestruirse sin éxito), y allí embosca a Harrigan, quien termina con su vida de manera increíble para ser una presa... hecho que contempla el yautja anciano y todos sus guerreros.
Tal vez el anciano sea el único con algo de honor entre los depredadores, o más que honor, sentido común y precaución. Su forma de ser le hace reconsiderar el matar a Harrigan, y como gesto personal, como regalo por haber terminado con uno de los suyos, le permite vivir y le regala un arma de su propio pueblo. ¿Quién sabe si el city hunter, como se le llama, era en realidad uno de los hijos del depredador anciano, y este, con todo su dolor, decide perdonar a Harrigan y a toda su especie, marchándose después? Es un gesto de derrota, y de advertencia. Eso, solo lo sabe Danny Glover, con su sonrisa y su enigmática frase final: “No te preocupes, tendrás otra oportunidad”.
No te preocupes, esta vez se han retirado, vencidos... Pero aman tanto la caza, que volverán, atraídos una vez más por nuestra violencia. La guerra... la guerra no cambia nunca (uy, esta frase es de Fallout ^____^U).
Un salto más, hacia la sorprendente e interesante “Predators”.
Nuevos cazadores, nuevas psicologías, nuevo planeta... y sin rastro alguno de códigos de honor samuráis.
Se dice de estos tres depredadores que son bad bloods, criminales y cosas así... ¿Sabéis qué es lo que yo creo que son? Son nobles entre su raza. En una analogía con los humanos, y comparados a los yautjas de depredador 1 y 2, estos tres serían miembros de familias ilustres y adineradas, también absorbidos por su adicción a la caza (como la caza del zorro y cosas así de absurdas y elitistas). ¿Por qué digo esto? Porque solo hay que verlos y analizarlos: los de las dos primeras películas eran tribales, furtivos, “pobres”, por decirlo así: cazaban en el mundo de sus presas y en condiciones precarias, siempre listos para autodestruirse o huir si la cosa se ponía fea. En Predators, Berserker y sus dos compañeros son tres ricachones tranquilos y caprichosos: tienen todo un planeta a su disposición (así que ninguna prisa, chicos: levantad un campamento y calentad la barbacoa, que las presas no se van a ir; así que tranquilidad), cazan con manadas de perros (como los cazadores pijos humanos), son más grandes y evolucionados (como si fuesen la raza aria yautja), y están tremendamente especializados: un jefe poderoso y racista, que se permite el lujo de matar incluso a los yautjas normales por considerarlos inferiores; un flamante halconero, y el encargado de las bestias perrunas. Son una verdadera partida de caza, con un perfecto sistema de lanzamiento de presas sobre el planeta que programan a voluntad. Pura diversión.
Royce, el personaje de Adrian Brody, los define perfectamente en uno de sus diálogos (que ahora no recuerdo exactamente): los que se vuelven adictos a la caza de hombres, ya no piensan en nada más. El juego está servido, y el poderoso trío de yautjas decide lanzar sobre el planeta una selección de las presas más peligrosas del planeta Tierra... con el consecuente y clásico error del exceso de confianza: una vez más, la presa humana demuestra ser letal cuando se ve acorralada.
Ahora lanzadme redes, lanzas y disparos de plasma, pero esta es mi opinión sobre los predators. No quiero decir que eso del código de honor sea una tontería, sino una licencia de autor, algo ajeno a las películas, que son lo verdaderamente canónico. Mi opinión es tan válida como la posibilidad de la existencia del código de honor, y creo que más de uno la comparte. Luego, cada uno puede pensar lo que quiera, porque por fortuna este mundo es libre en ese sentido.
Hala, espero no haberos aburrido o enfurecido en exceso con mi análisis sobre el tema.
“HA SIDO UN PLACER” ;D