Post by takerna on Jun 19, 2010 9:37:18 GMT 2
Hola compañeros, debo decirles que soy nuevo en este foro pero no soy nada ajeno al tema de nuestros extraterrestres amigos. Soy un escritor en ciernes, y con suerte en un par de años escucharan de mi, pero hasta entonces quisiera mostrarles una historia que vino a mi mente en este momento de obsecion que tengo por los aliens y los depredadores. sin mas preambulos... dejemos que la masacre de inicio.
Observé el espacio a traves de las ventanillas de la nave espacial, y no pude evitar quedar prendado una vez mas de aquellas estrellas que me sonreian coquetamente desde lo mas profundo del espacio. Hace muchos años, cuando era niño, soñaba con ser astronauta y viajar a travez de esas mismas estrellas. Conocer civilizaciones nuevas y antiguas por igual y despues de algunos años, volver a casa como un heroe, y aunque me cuesta creerlo debo admitir que en cierta forma lo logre, aunque claro esta, no de la manera en que yo hubiese deseado.
No soy un astronauta, ni mucho menos un cientifico. Jamas he puesto pie en una nave de investigacion y mucho menos he conocido otras civilizaciones, exceptuando unicamente a una terrible raza que acecha mis pesadillas cada noche y a otra que nos ayuda solamente cuando les somos de utilidad.
Soy un marine, asi como muchos miles de otros y aunque surco el espacio al igual que cualquier astronauta, siempre lo hago con un rifle en la mano y un habano entre los dientes. Hace algunas horas mi peloton y yo recibimos la orden por parte del general para desenbarcar junto con una division de tanques y varios cientos de unidades ligeras en una de las lunas del planeta muldor, con la cual la confederación ha perdido todo contacto. Esto unicamente puede significar una cosa: Zergs.
-¡Preparense marines! -exclamo al sargento a viva voz, y aunque detestaba al muy hijo de perra sabia que sus palabras al final siempre resultaban ser ciertas-. ¡Soldados! desde hace una semana que se han perdido todas las comunicaciones con la colonia de extraccion ubicada en la luna Farlotan y cada uno de nosotros sabemos que no es debido a una falla de corriente en la colonia. Se que no tengo que explicarles contra que nos enfrentaremos, asi que solamente les dire lo que siempre les digo antes de desenbarcar: ¡No les den tregua a esos malditos desgraciados y no se dejen matar tan facilmente! ¡¿Entendieron, marines?!
-¡Señor, si señor!
-Sujetense bien, estamos a punto de atravesar la atmosfera -. interrumpió la voz del piloto por el altavoz, e inmediatamente el sargento dejo de hablar y se coloco en su lugar. Cada uno de nosotros se sujeto firmemente a su asiento y apretó los dientes.
Como un martillazo en el culo, es la unica forma expresar la sensasion que se tiene al descender en uno de esos viejos cacharros oxidados que suelen llamarse naves de desembarco. Cuando finalmente la nave tocó tierra firme el sargento se puso de pie y comenzo a escupir ordenes, tal como era su costumbre.
-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¡Muevanse, montón de simios estupidos!
Con la experiencia de varias decenas de desenbarcos, nos separamos de nuestros asientos y velozmente como el rayo formamos una sola unidad bien ordenada afuera de la nave.
-¡Soldados, en marcha! ¡Ya!
Las lunas de muldor eran unos de los lugares mas inhospitos de todo el espacio conocido. Con una temperatura cercana a los doscientos grados centigrados y una atmosfera compuesta principalmente por gas vespeno, Farlotan constituia un lugar mortalmente valioso para la confederacion, asi como tambien la manzana de la discordia entre nuestra raza, los Zerg y los Protoss. Mas de una decena de batallas se habian librado por Farlotan, pero mas que por la fuerza, habíamos ganado el planeta principalmente debido a que unicamente nosotros, de las tres razas, contabamos con trajes de batalla completamente sellados y con sistema de aire autonomo que nos permitia seguir combatiendo a pesar de la inhospita atmosfera.
Continuamos la marcha durante algunas horas, hasta que finalmente nuestro peloton se reunió con el grueso de las fuerzas de la coalicion, las cuales ya se encontraban apostadas a las afueras de la colonia minera.
-¡Equipo de reconocimiento, en marcha! -ordeno el general van burkik, quien no era otro que el comandante supremo de las fuerzas armadas, e inmediatamente un escuadron de ghost dieron un paso al frente, y activando el camuflaje optico, atravezaron las puertas metalicas de la colonia a toda prisa.
-No se tu, pero esto me da muy mala espina -Me susurro Elian, la medic que se hallaba a mi lado- esto no parece obra de los Zerg, es decir, si fuesen ellos ya hubiesen infestado todo el lugar.
-Tienes razon, eso o nos estan tendiendo una trampa -le respondi, y ella me dio un pequeño golpe en el costado del traje.
-Tu siempre pensando en lo peor ¿es que acaso no puedes ser optimista por una vez en tu vida?
Estaba a punto de responderle, pero al instante nos percatamos que el sargento se había percatado de nuestra pequeña conversación, por lo cual ambos guardamos silencio una vez mas y retomamos nuestras rígidas posiciones de inmediato.
Despues de algunos momentos de incertidumbre,los ghost retornaron y reportaron que la zona se hallaba libre de toda actividad hostil.
-¡Unidad de infanteria, en marcha! -ordenó Van Burkik, y de inmediato nuestro peloton, acompañado de varios mas, emprendimos la marcha y con paso firme y las armas listas nos adentramos en la colonia minera.
Ni un solo Zerg hallamos en toda la colonia, sino únicamente un mar de cadaveres, eso fue lo que encontramos. Los pelotones se dividieron para asi abarcar mas terreno y registraron cada casa y edificio, pero no importaba donde miráramos, siempre era igual, la muerte se hallaba por doquier. Aparentemente nadie habia sobrevivido al ataque.
-Hace un par de años esto me hubiese desconcertado, pero despues de todo este tiempo me he terminado por acostumbrar a este fatidico panorama -. Murmuró Valefort, uno de mis compañeros de pelotón, al encontrar los cuerpos descuartizados de una madre y su bebe en el interior de una recamara.
-No eres el único amigo, ahora vamonos de aquí, aun hay mucho terreno por recorrer.
Valefort era mi mejor amigo. Juntos habíamos peleado muchas batallas y comido del mismo plato desde que la guerra había comenzado, y así como el, yo también sentía lo mismo. Después de todo, uno termina acostumbrandose a lo que sea, inclusive a la muerte.
Las tropas barrieron toda la colonia en cuestión de horas sin resultado alguno para después volver a reagruparse en torno a su oficial al mando.
-¿Y bien? ¿Alguna novedad? ¿Encontraron algo? -nos interrogo el sargento una vez que nos hubimos reagrupado.
-Nada señor, ni un solo Zerg en un radio de diez kilometros. Al parecer la resistencia fue mínima, pues los indicios de lucha son demasiado escasos -. Respondió Marlon, nuestro especialista en comunicaciones y electrónica.
-Esto me huele muy mal, no es algo propio de los Zerg - dijo el sargento, y ante esto Elian volvió a susurrarme al oído: - lo ves, te lo dije-.
-De acuerdo tropa -continuó el sargento- el comandante dio la orden de que toda la infantería se reuna en la refinería de gas Vespeno para registrar el sitio, así que en marcha.
Mientras nos dirigíamos a la refinería me las arregle para escabullirme entre las filas y acercarme a uno de los ghost que marchaba junto con nosotros.
-Oye...Tshh ¡oye!
-¿Que quieres? -me respondió mientras marchaba sin siquiera voltear el rostro.
-Ustedes fueron los primeros en entrar a este lugar ¿no encontraron nada extraño?
-Nada que ustedes no encontraran, aunque por un instante los instrumentos fallaron.
-¿A que te refieres?
-Por un momento nuestros radares y lecturas termales detectaron a once personas rondando en el interior de la colonia.
-¿y eso que tiene de raro? -pregunté estúpidamente, a lo que el Ghost me respondió: - Que nuestro escuadrón únicamente constaba con diez integrantes-.
¿Que podría significar aquello? ¿Quizás un sobreviviente? No era posible, después de todo habíamos revisado cada rincón de la colonia a excepción de la refinería. Normalmente no soy muy bueno resolviendo misterios, pero mis instintos me decían que algo andaba mal, mortalmente mal, y si hay algo en lo que confiaba era mis instintos, pues mas de una vez había salvado el pellejo gracias a ellos.
Fuimos el primer pelotón en arribar a la refinería, y por lo visto pasarían un par de horas para que el resto de la infantería se reuniese, pero quisiese el destino que justo cuando nos disponíamos a relajar los músculos, nuestro sargento dio la orden mas estúpida que alguien pudiese dar.
-¡Pelotón! ¡Vamos a entrar!
-¡Pero, señor! -exclamo uno de nuestros compañeros- ¿no deberíamos esperar al resto de la infantería?
-¡Nosotros somos la infantería, y yo ordeno que entremos!
Esa era la razón por la que odiaba al sargento. Era un hombre con sed de poder. Desde hace años que él deseaba una promoción, pero para su mala suerte nunca se le había presentado la oportunidad. Pero ahora, que el momento oportuno había llegado para mostrar de lo que era capaz, no lo dejaría pasar por nada del mundo.
No pudiendo reprochar ni negarnos a obedecer la orden de un superior, nos vimos obligados a ingresar al interior de la refinería, sin tener idea de la pesadilla que nos aguardaba dentro de aquellos muros de metal.
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Starcraft: the lost files
Observé el espacio a traves de las ventanillas de la nave espacial, y no pude evitar quedar prendado una vez mas de aquellas estrellas que me sonreian coquetamente desde lo mas profundo del espacio. Hace muchos años, cuando era niño, soñaba con ser astronauta y viajar a travez de esas mismas estrellas. Conocer civilizaciones nuevas y antiguas por igual y despues de algunos años, volver a casa como un heroe, y aunque me cuesta creerlo debo admitir que en cierta forma lo logre, aunque claro esta, no de la manera en que yo hubiese deseado.
No soy un astronauta, ni mucho menos un cientifico. Jamas he puesto pie en una nave de investigacion y mucho menos he conocido otras civilizaciones, exceptuando unicamente a una terrible raza que acecha mis pesadillas cada noche y a otra que nos ayuda solamente cuando les somos de utilidad.
Soy un marine, asi como muchos miles de otros y aunque surco el espacio al igual que cualquier astronauta, siempre lo hago con un rifle en la mano y un habano entre los dientes. Hace algunas horas mi peloton y yo recibimos la orden por parte del general para desenbarcar junto con una division de tanques y varios cientos de unidades ligeras en una de las lunas del planeta muldor, con la cual la confederación ha perdido todo contacto. Esto unicamente puede significar una cosa: Zergs.
-¡Preparense marines! -exclamo al sargento a viva voz, y aunque detestaba al muy hijo de perra sabia que sus palabras al final siempre resultaban ser ciertas-. ¡Soldados! desde hace una semana que se han perdido todas las comunicaciones con la colonia de extraccion ubicada en la luna Farlotan y cada uno de nosotros sabemos que no es debido a una falla de corriente en la colonia. Se que no tengo que explicarles contra que nos enfrentaremos, asi que solamente les dire lo que siempre les digo antes de desenbarcar: ¡No les den tregua a esos malditos desgraciados y no se dejen matar tan facilmente! ¡¿Entendieron, marines?!
-¡Señor, si señor!
-Sujetense bien, estamos a punto de atravesar la atmosfera -. interrumpió la voz del piloto por el altavoz, e inmediatamente el sargento dejo de hablar y se coloco en su lugar. Cada uno de nosotros se sujeto firmemente a su asiento y apretó los dientes.
Como un martillazo en el culo, es la unica forma expresar la sensasion que se tiene al descender en uno de esos viejos cacharros oxidados que suelen llamarse naves de desembarco. Cuando finalmente la nave tocó tierra firme el sargento se puso de pie y comenzo a escupir ordenes, tal como era su costumbre.
-¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¡Muevanse, montón de simios estupidos!
Con la experiencia de varias decenas de desenbarcos, nos separamos de nuestros asientos y velozmente como el rayo formamos una sola unidad bien ordenada afuera de la nave.
-¡Soldados, en marcha! ¡Ya!
Las lunas de muldor eran unos de los lugares mas inhospitos de todo el espacio conocido. Con una temperatura cercana a los doscientos grados centigrados y una atmosfera compuesta principalmente por gas vespeno, Farlotan constituia un lugar mortalmente valioso para la confederacion, asi como tambien la manzana de la discordia entre nuestra raza, los Zerg y los Protoss. Mas de una decena de batallas se habian librado por Farlotan, pero mas que por la fuerza, habíamos ganado el planeta principalmente debido a que unicamente nosotros, de las tres razas, contabamos con trajes de batalla completamente sellados y con sistema de aire autonomo que nos permitia seguir combatiendo a pesar de la inhospita atmosfera.
Continuamos la marcha durante algunas horas, hasta que finalmente nuestro peloton se reunió con el grueso de las fuerzas de la coalicion, las cuales ya se encontraban apostadas a las afueras de la colonia minera.
-¡Equipo de reconocimiento, en marcha! -ordeno el general van burkik, quien no era otro que el comandante supremo de las fuerzas armadas, e inmediatamente un escuadron de ghost dieron un paso al frente, y activando el camuflaje optico, atravezaron las puertas metalicas de la colonia a toda prisa.
-No se tu, pero esto me da muy mala espina -Me susurro Elian, la medic que se hallaba a mi lado- esto no parece obra de los Zerg, es decir, si fuesen ellos ya hubiesen infestado todo el lugar.
-Tienes razon, eso o nos estan tendiendo una trampa -le respondi, y ella me dio un pequeño golpe en el costado del traje.
-Tu siempre pensando en lo peor ¿es que acaso no puedes ser optimista por una vez en tu vida?
Estaba a punto de responderle, pero al instante nos percatamos que el sargento se había percatado de nuestra pequeña conversación, por lo cual ambos guardamos silencio una vez mas y retomamos nuestras rígidas posiciones de inmediato.
Despues de algunos momentos de incertidumbre,los ghost retornaron y reportaron que la zona se hallaba libre de toda actividad hostil.
-¡Unidad de infanteria, en marcha! -ordenó Van Burkik, y de inmediato nuestro peloton, acompañado de varios mas, emprendimos la marcha y con paso firme y las armas listas nos adentramos en la colonia minera.
Ni un solo Zerg hallamos en toda la colonia, sino únicamente un mar de cadaveres, eso fue lo que encontramos. Los pelotones se dividieron para asi abarcar mas terreno y registraron cada casa y edificio, pero no importaba donde miráramos, siempre era igual, la muerte se hallaba por doquier. Aparentemente nadie habia sobrevivido al ataque.
-Hace un par de años esto me hubiese desconcertado, pero despues de todo este tiempo me he terminado por acostumbrar a este fatidico panorama -. Murmuró Valefort, uno de mis compañeros de pelotón, al encontrar los cuerpos descuartizados de una madre y su bebe en el interior de una recamara.
-No eres el único amigo, ahora vamonos de aquí, aun hay mucho terreno por recorrer.
Valefort era mi mejor amigo. Juntos habíamos peleado muchas batallas y comido del mismo plato desde que la guerra había comenzado, y así como el, yo también sentía lo mismo. Después de todo, uno termina acostumbrandose a lo que sea, inclusive a la muerte.
Las tropas barrieron toda la colonia en cuestión de horas sin resultado alguno para después volver a reagruparse en torno a su oficial al mando.
-¿Y bien? ¿Alguna novedad? ¿Encontraron algo? -nos interrogo el sargento una vez que nos hubimos reagrupado.
-Nada señor, ni un solo Zerg en un radio de diez kilometros. Al parecer la resistencia fue mínima, pues los indicios de lucha son demasiado escasos -. Respondió Marlon, nuestro especialista en comunicaciones y electrónica.
-Esto me huele muy mal, no es algo propio de los Zerg - dijo el sargento, y ante esto Elian volvió a susurrarme al oído: - lo ves, te lo dije-.
-De acuerdo tropa -continuó el sargento- el comandante dio la orden de que toda la infantería se reuna en la refinería de gas Vespeno para registrar el sitio, así que en marcha.
Mientras nos dirigíamos a la refinería me las arregle para escabullirme entre las filas y acercarme a uno de los ghost que marchaba junto con nosotros.
-Oye...Tshh ¡oye!
-¿Que quieres? -me respondió mientras marchaba sin siquiera voltear el rostro.
-Ustedes fueron los primeros en entrar a este lugar ¿no encontraron nada extraño?
-Nada que ustedes no encontraran, aunque por un instante los instrumentos fallaron.
-¿A que te refieres?
-Por un momento nuestros radares y lecturas termales detectaron a once personas rondando en el interior de la colonia.
-¿y eso que tiene de raro? -pregunté estúpidamente, a lo que el Ghost me respondió: - Que nuestro escuadrón únicamente constaba con diez integrantes-.
¿Que podría significar aquello? ¿Quizás un sobreviviente? No era posible, después de todo habíamos revisado cada rincón de la colonia a excepción de la refinería. Normalmente no soy muy bueno resolviendo misterios, pero mis instintos me decían que algo andaba mal, mortalmente mal, y si hay algo en lo que confiaba era mis instintos, pues mas de una vez había salvado el pellejo gracias a ellos.
Fuimos el primer pelotón en arribar a la refinería, y por lo visto pasarían un par de horas para que el resto de la infantería se reuniese, pero quisiese el destino que justo cuando nos disponíamos a relajar los músculos, nuestro sargento dio la orden mas estúpida que alguien pudiese dar.
-¡Pelotón! ¡Vamos a entrar!
-¡Pero, señor! -exclamo uno de nuestros compañeros- ¿no deberíamos esperar al resto de la infantería?
-¡Nosotros somos la infantería, y yo ordeno que entremos!
Esa era la razón por la que odiaba al sargento. Era un hombre con sed de poder. Desde hace años que él deseaba una promoción, pero para su mala suerte nunca se le había presentado la oportunidad. Pero ahora, que el momento oportuno había llegado para mostrar de lo que era capaz, no lo dejaría pasar por nada del mundo.
No pudiendo reprochar ni negarnos a obedecer la orden de un superior, nos vimos obligados a ingresar al interior de la refinería, sin tener idea de la pesadilla que nos aguardaba dentro de aquellos muros de metal.
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