Post by Stygimolock on Oct 27, 2006 4:10:03 GMT 2
Buscando información encontré la historia que realicé para la página web del Clan Yautja 69....joer de eso ya hace tiempo....y como veo k nadie se anima la pongo aqui para dar un empujoncito!!!!
Desorientación:
Primero no había nada. Sólo soledad y silencio. Luego apareció la luz, trayendo brillo y contraste. Finalmente apareció el dolor. Vagos eran los recuerdos de la estrepitosa caida que había acaecido. Se había perdido el control de la nave por alguna razón que aún ahora desconozco y que, sinceramente, no importan mucho. Sólo importa la vida de aquellos que perecieron allí (compañeros y familiares) y el miedo que sentí por primera vez en mi vida. Desorientado buscaba inútilmente mi lugar en el cosmos, la identidad estelar, un camino que trazar en el firmamento. Todo era en vano. El planeta donde aterrizé me era irreconocible al igual que el camino de vuelta.
Soledad:
No tenía a nadie, el miedo corroía mis entrañas lenta pero eficazmente. Mi primera cacería truncada, seguramente, por el algún error de cálculo debido a la excesiva confianza de algún mandamás frustrado. Mi mundo se venía abajo. Siempre pensando que me sucedería una muerte, al menos, honorable y digna de mi raza forjada a través de décadas de aventura y formación. El deshonor no formaba parte de mi credo, pero la vida en soledad era más dura que una corta existencia. Mi único sustento era pensar que algún carbonizado trozo de metal me transportaría otra vez hacia esa silenciosa nada. Estaba preparado para tal fin, al menos eso creí.
Instinto y supervivencia:
El instinto, que parecía como en un estado narcoléptico de letargo, despertó en mí. Pudo más el hambre que la soledad y el deshonor. Tambaleante conseguí postrarme para llegar a alcanzar lo que quedaba de mi destartalado equipo. El visor termal me indicó el lugar exacto de mi fuente de alimento: no muy lejos de allí, en una pequeña y destartalada madriguera que salía a la luz gracias al cráter, asomaba un alopécico roedor que olisqueaba el viciado ambiente. No tuve que pensar en nada. El cuerpopenso por si solo. Un movimiento rápido del brazo gestionado por el grácil cantar de la pelvis hizo que al volver en mí sintiera el placentero y ya olvidado sabor de la carne. Para cuando me dí cuenta ya había organizado un pequeño festín. Lo suficientemente grande como para silenciar el estrepitoso ruido de mis tripas.
Adaptación:
Mis necesidades primarias estaban cubiertas y para entonces ya había realizado alguna inspección bisual del terreno. El lugar era inóspito, seco y caluroso. Algunos matojos aguantaban tras la caída de mi artefacto. Los restos habían quedado esparcidos en un radio de varios kilómetros y habían incendiado la poca flora que resistía las inclemencias de las altas temperaturas. Caminé durante varias horas en círculos, buscando todo aquello que pudiera utilizar. Algunos pequeños contenedores parece ser que habían resistido el impacto de la caida, entre ellos algunos equipos personales de la tripulación. Una suerte para mi: mi equipo había absorvido todo el impacto salvándome la vida. A pocos kilómetros de los restos del transporte encontré una cueva que sirvió de estación base para el resto de mi estancia en este planeta, el cual bauticé cariñosamente como PALOUET LV422.
Mi parcial exploración del planeta me dio a conocer su potencial fauna y flora, y despertó en mi el motor que me mantuvo con vida el resto de décadas: la caza. Recuerdo haber oido a los ancianos hablar del calor y hormigueo que producía la caza. Como se disparaba la fabricación y el consumo de adrenalina y del olor que ello producía.
La edad y el tiempo produjeron el encuentro de una raza inteligente:
Conforme pasaba el tiempo arriesgaba y transportaba más equipo más y más lejos. En 30 años realicé la exploración de ¾ partes del planeta. Sólo quedaba la parte más húmeda y posiblemente la más exhuberante en cuestión de presas. El resto del planeta había desvelado una excasa fauna de unos niveles de interes más bien bajos. Cargué todas las baterias, auxiliares incluidas, y me dispuse realizar el viaje.
Todo parecía normal: cada vez había más vegetación, la cual, aumentaba en tamaño y colorido. Los animales parecían crecer a medida que abanzaba. Empezaron a aparecer pequeños surtidores de agua carbonatada que producían, a su vez, pequeñas cascadas y riachuelos. Pero no era lo que yo buscaba: una gran cadena trófica.
Mis sensores se activaron de repente. Marcas de calor por rozamiento aparecieron en el lecho fangoso de un río. ¿Vida inteligente?, ¡imposible! ¿Tantos años en este planeta y sin contacto? Fuera lo que fuese eso despertó en mí unas inmensas ganas de vivir.
Recuerdo mis raices:
Empecé a recordar las lecciones de Lourdth-esz, mi madre. Las cuestiones del honor, el clan, las castas…mi raza. Fue como encontrar el remedio a una enfermedad terminal. Fue como presentarle al Ying lo que era el Yang: los polos opuestos que se atraen y que no pueden vivir el uno sin el otro. Recordé lo que sentía al oir las historias sobre las cacerías de mi padre y las aventuras que corrió en todos sus viajes, de su honor, sus trofeos y sus disputas por el liderazgo.
Borré por completo mis recuerdos pasados y afronté, junto con mi edad, el reto de conocer, estudiar y encontrar una presa digna de mí. Por fin descubrí mi razón de ser: Para lo que había nacido. Para lo que me habian enseñado.
Especie dominante:
Quise dominar, sodomizar, sentirme orgulloso, ser digno de mi raza…y conseguir el HONOR.
Aún recordaba perfectamente las leyes de enfretamiento y dispuse las armas junto al camuflaje óptico. Las rodadas daban a conocer el peso y tamaño del artefacto. También la velocidad y distancia. El ordenador del traje calculó minuciosamente todos los algoritmos. Sabía que en pocos minutos podía alcanzarlo perfectamente.
Así fue. Seguí el lecho del río badeándolo por encima mientras la pesada maquinaria se movía siguiendo la misma dirección. No me costó decidirne, preparé los dispositivos y cuándo estaba dispuesto…¡ppipipipipppppiiiipipipiiiiipipipiii!...el ordenador advirtió lo que me era imposible de asimilar:
Una gran colonia de humanoides, conocidos por nuestro pueblo como carnes blandas, se había asentado en este territorio. Había realizado grandes, extensas y grisáceas construcciones intentando exprimir el fluido vital del planeta. Grandes perforadoras atravesaban el manto terrestre del planeta en busca de minerales y otras materias. Ya había oido hablar de ellos…pero de eso hace ya muchos años. Los ancianos se referían a ellos como una enfermedad, un virus. Se movían de planeta en planeta agotando sus recursos.pero con el tiempo habían ganado su interés: su ejército era una presa inmensamente codiciada por algunos cazadores.
El perímetro no estaba muy bien protegido; algunas alambradas evitaban la entrada no deseada de la fauna autóctona. Algunos sensores de movimiento y armas de perímetro se alojaban en las torres más altas. El nivel de armamento era insuficiente, nada atractivo para una cacería, si no fuera por…
Algo extraño les ocurría, a nivel molecular: el ADN parecía variar sorprendentemente, sin apreciar distinción en su apariencia física. Algo nuevo formaba parte de ellos, algo externo, alieno, extranjero. Una potenciación exponencial de fuerza física y resistencia. Algo me decía que cualquiera de ellos era lo suficientemente robusto como para medirse perfectamente contra cualquier yautja de nivel medio o bajo como el mío. Aún era un “joven” sin sangrar (aunque igualara en años a muchos Honorables y a primerizos Ancianos). El estudio visual demostró mi inferioridad y mi testorudez.
Me retiré para planear meticulosamente mi ataque y conseguir por fin mi primer, aunque no oficial, verdadero trofeo de caza. Debía ser el primero en explotar esta mina de oro.
Algunas muertes humanoides en el echo del río me dieron el renombre. Algunos colonos me llamaban “El Diablo del río de la Muerte”…así me renombré entonces: STYGIMOLOCK
Quiero ser el mejor:
Ésta idea me fue truncada rápidamente y se esfumó tan fugazmente como llegó:
El cielo se tintó de negro para dar a conocer un proyectil de gran tamaño que impactó directamente contra la base humanoide. Una gran columna de humo surcaba el recién despertado cielo. Me acerqué hacia la zona. Mía fue la sorpresa al descubrir o, mejor dicho, reconocer el proyectil; Material yautja, cápsulas de Muerte Negra.
¡Oh, por todos los dioses! ¡Muerte Negra!...mmm…la conjunción entre las dos especies puede crear algo realmente muy peligroso, ¡algo que supera potencialmente mis posibilidades!
La sangre corría rápidamente por mis venas y mi corazón bombeaba sin descanso, repetidamente, el deseo de la caza. Era la hora de activar el fusil de plasma. Redireccioné el visor del casco y preparé las cuchillas de las muñecas. Salté justo encima del cráter que había dejado el meteoro Pred. El mecanismo de expulsión de huevas ya se había alejado y autodestruido. El trazo dejado era fácil de seguir. La sorpresa fue mía al descubrir que había habido una intrusión grave. Algunos humanos ya habían exterminado las huevas y crías, aunque habían muerto en el intento pues uno de ellos presentaba una excreción pectoral. Uno de ellos consiguió su objetivo. Rastree sin éxito a la presa y cuando lo daba todo por perdido el detector de plasma se volvió loco: la variación de ADN de los humanoides había propiciado una ventaja inaudita en el Alien. El plasma debía ser disparado manualmente, sin el recurso de la selección automática. Sólo me dio tiempo de saltar hacia el tejado más próximo tras soltar la primera descarga que pareció no afectar a la presa. Mis descargas se sucedieron mientras se acercaba rápidamente. Conseguí inútilmente baciar por completo la carga energética del plasma. Dejándome al descubierto cuerpo a cuerpo contra él. La solución más acertada fue la retirada a tiempo para preparar un nuevo ataque. Cargué mi lanzarredes y…nooooooooo…consiguió alcanzarme y derribarme. Un solo golpe de su cola bastó para levantarme varios metros del suelo. Aunque la destreza conseguida estos años hizo que, al menos, aterrizara en buena posición. Había conseguido abrir brecha en mi armadura. Sangraba, había olvidado como era eso, como era el dolor. Mi perdida de sangre era preocupante, y sólo me había asestado un golpe. Pensé que mi única solución era la de una muerte autoproclamada con honor…pero me lo pensé mejor. Tiré el disco directo hacia su cabeza saltando hacia él (su rapidez había menguado al ganar fuerza. ) y picó el anzuelo: saltó para esquibar el golpe dándome la ventaja; le asesté un golpe mortal en el cráneo en el aire mientras caía, malherido por las salpicaduras ácidas de su sangre. Encontré, por eso, un buen sitio donde caer: un ponposo VEHÍCULO REFORZADO DE EXPLORACIÓN!!!!!
Cuando abrí los ojos descubrí sorprendido que dos individuos de mi raza me llevaban en brazos hacia una nave dirigidos por lo que parecía un macho alfa dominante. La sorpresa no duró mucho…sólo recuerdo oscuridad.
La llegada de los mios:
He despertado en una gran sala, intubado y vendado. Reconozco mi casco maltrecho en un rincón de la misma y parte de lo que queda de mi armadura (que no es gran cosa). Por el estado de mis heridas parece ser que llevo varios dias aquí. Parece ser que la recuperación de la consciencia ha activado un montón de luces y siseos. Tengo ropa y arneses limpios preparados sobre una mesa poco trabajada. Una mirada rápida en la instancia me desvela su función médica y una escotilla me informa de mi viaje por las estrellas. Al mirarme al espejo descubro con asombro una marca de clan situada justo en el pecho, marcada, por lo que parece, con sangre ácida de Muerte Negra. Soy llamado por un sistema de megafonía.
Recorrí el pasadizo hacía la estancia principal de la nave para descubrir satisfactoriamente mi ceremonia de ascensión al clan.
Una gran sala circular con cuatro entradas, vigilada por una trabajada y laboriosa cúpula y presidida por los Honorables. Hon. Sauron, el macho alpha, dirigió todo el cotarro y aunque fue convencido por Hon. Anubis y Hon. Grake, conseguí mi ascensión aún teniendo una edad ya abanzada. Horas más tarde presencié la ascensión de Astaroth y DarkPredator jóvenes entusiastas con grandes posibilidades. Pocos éramos los miembros del clan, pues había sufrido grandes pérdidas en la cacería anterior: la captura de una Reina Xenomorpho.
Hon. Anubis me contó dias más tarde de la pérdida de Neo en esa cacería. Un buen compañero, que fue sorprendido en una emboscada por cientos de aliens. Describió como se quitó la vida honorablemente al activar su detonador termal dando muerte a la mayoría de ellos y dando la posibilidad a los demás supervivientes del clan de escapar. Ahora podemos observar su legado: nuestra PUERCA!!!
EN CONMEMORACION A UNA DE LAS MEJORES ETAPAS DE MI VIDA!!!!
DIARIO DE UN APRENDIZ
(Young Blooded Stygi Clan Yautja 69)
(Young Blooded Stygi Clan Yautja 69)
Desorientación:
Primero no había nada. Sólo soledad y silencio. Luego apareció la luz, trayendo brillo y contraste. Finalmente apareció el dolor. Vagos eran los recuerdos de la estrepitosa caida que había acaecido. Se había perdido el control de la nave por alguna razón que aún ahora desconozco y que, sinceramente, no importan mucho. Sólo importa la vida de aquellos que perecieron allí (compañeros y familiares) y el miedo que sentí por primera vez en mi vida. Desorientado buscaba inútilmente mi lugar en el cosmos, la identidad estelar, un camino que trazar en el firmamento. Todo era en vano. El planeta donde aterrizé me era irreconocible al igual que el camino de vuelta.
Soledad:
No tenía a nadie, el miedo corroía mis entrañas lenta pero eficazmente. Mi primera cacería truncada, seguramente, por el algún error de cálculo debido a la excesiva confianza de algún mandamás frustrado. Mi mundo se venía abajo. Siempre pensando que me sucedería una muerte, al menos, honorable y digna de mi raza forjada a través de décadas de aventura y formación. El deshonor no formaba parte de mi credo, pero la vida en soledad era más dura que una corta existencia. Mi único sustento era pensar que algún carbonizado trozo de metal me transportaría otra vez hacia esa silenciosa nada. Estaba preparado para tal fin, al menos eso creí.
Instinto y supervivencia:
El instinto, que parecía como en un estado narcoléptico de letargo, despertó en mí. Pudo más el hambre que la soledad y el deshonor. Tambaleante conseguí postrarme para llegar a alcanzar lo que quedaba de mi destartalado equipo. El visor termal me indicó el lugar exacto de mi fuente de alimento: no muy lejos de allí, en una pequeña y destartalada madriguera que salía a la luz gracias al cráter, asomaba un alopécico roedor que olisqueaba el viciado ambiente. No tuve que pensar en nada. El cuerpopenso por si solo. Un movimiento rápido del brazo gestionado por el grácil cantar de la pelvis hizo que al volver en mí sintiera el placentero y ya olvidado sabor de la carne. Para cuando me dí cuenta ya había organizado un pequeño festín. Lo suficientemente grande como para silenciar el estrepitoso ruido de mis tripas.
Adaptación:
Mis necesidades primarias estaban cubiertas y para entonces ya había realizado alguna inspección bisual del terreno. El lugar era inóspito, seco y caluroso. Algunos matojos aguantaban tras la caída de mi artefacto. Los restos habían quedado esparcidos en un radio de varios kilómetros y habían incendiado la poca flora que resistía las inclemencias de las altas temperaturas. Caminé durante varias horas en círculos, buscando todo aquello que pudiera utilizar. Algunos pequeños contenedores parece ser que habían resistido el impacto de la caida, entre ellos algunos equipos personales de la tripulación. Una suerte para mi: mi equipo había absorvido todo el impacto salvándome la vida. A pocos kilómetros de los restos del transporte encontré una cueva que sirvió de estación base para el resto de mi estancia en este planeta, el cual bauticé cariñosamente como PALOUET LV422.
Mi parcial exploración del planeta me dio a conocer su potencial fauna y flora, y despertó en mi el motor que me mantuvo con vida el resto de décadas: la caza. Recuerdo haber oido a los ancianos hablar del calor y hormigueo que producía la caza. Como se disparaba la fabricación y el consumo de adrenalina y del olor que ello producía.
La edad y el tiempo produjeron el encuentro de una raza inteligente:
Conforme pasaba el tiempo arriesgaba y transportaba más equipo más y más lejos. En 30 años realicé la exploración de ¾ partes del planeta. Sólo quedaba la parte más húmeda y posiblemente la más exhuberante en cuestión de presas. El resto del planeta había desvelado una excasa fauna de unos niveles de interes más bien bajos. Cargué todas las baterias, auxiliares incluidas, y me dispuse realizar el viaje.
Todo parecía normal: cada vez había más vegetación, la cual, aumentaba en tamaño y colorido. Los animales parecían crecer a medida que abanzaba. Empezaron a aparecer pequeños surtidores de agua carbonatada que producían, a su vez, pequeñas cascadas y riachuelos. Pero no era lo que yo buscaba: una gran cadena trófica.
Mis sensores se activaron de repente. Marcas de calor por rozamiento aparecieron en el lecho fangoso de un río. ¿Vida inteligente?, ¡imposible! ¿Tantos años en este planeta y sin contacto? Fuera lo que fuese eso despertó en mí unas inmensas ganas de vivir.
Recuerdo mis raices:
Empecé a recordar las lecciones de Lourdth-esz, mi madre. Las cuestiones del honor, el clan, las castas…mi raza. Fue como encontrar el remedio a una enfermedad terminal. Fue como presentarle al Ying lo que era el Yang: los polos opuestos que se atraen y que no pueden vivir el uno sin el otro. Recordé lo que sentía al oir las historias sobre las cacerías de mi padre y las aventuras que corrió en todos sus viajes, de su honor, sus trofeos y sus disputas por el liderazgo.
Borré por completo mis recuerdos pasados y afronté, junto con mi edad, el reto de conocer, estudiar y encontrar una presa digna de mí. Por fin descubrí mi razón de ser: Para lo que había nacido. Para lo que me habian enseñado.
Especie dominante:
Quise dominar, sodomizar, sentirme orgulloso, ser digno de mi raza…y conseguir el HONOR.
Aún recordaba perfectamente las leyes de enfretamiento y dispuse las armas junto al camuflaje óptico. Las rodadas daban a conocer el peso y tamaño del artefacto. También la velocidad y distancia. El ordenador del traje calculó minuciosamente todos los algoritmos. Sabía que en pocos minutos podía alcanzarlo perfectamente.
Así fue. Seguí el lecho del río badeándolo por encima mientras la pesada maquinaria se movía siguiendo la misma dirección. No me costó decidirne, preparé los dispositivos y cuándo estaba dispuesto…¡ppipipipipppppiiiipipipiiiiipipipiii!...el ordenador advirtió lo que me era imposible de asimilar:
Una gran colonia de humanoides, conocidos por nuestro pueblo como carnes blandas, se había asentado en este territorio. Había realizado grandes, extensas y grisáceas construcciones intentando exprimir el fluido vital del planeta. Grandes perforadoras atravesaban el manto terrestre del planeta en busca de minerales y otras materias. Ya había oido hablar de ellos…pero de eso hace ya muchos años. Los ancianos se referían a ellos como una enfermedad, un virus. Se movían de planeta en planeta agotando sus recursos.pero con el tiempo habían ganado su interés: su ejército era una presa inmensamente codiciada por algunos cazadores.
El perímetro no estaba muy bien protegido; algunas alambradas evitaban la entrada no deseada de la fauna autóctona. Algunos sensores de movimiento y armas de perímetro se alojaban en las torres más altas. El nivel de armamento era insuficiente, nada atractivo para una cacería, si no fuera por…
Algo extraño les ocurría, a nivel molecular: el ADN parecía variar sorprendentemente, sin apreciar distinción en su apariencia física. Algo nuevo formaba parte de ellos, algo externo, alieno, extranjero. Una potenciación exponencial de fuerza física y resistencia. Algo me decía que cualquiera de ellos era lo suficientemente robusto como para medirse perfectamente contra cualquier yautja de nivel medio o bajo como el mío. Aún era un “joven” sin sangrar (aunque igualara en años a muchos Honorables y a primerizos Ancianos). El estudio visual demostró mi inferioridad y mi testorudez.
Me retiré para planear meticulosamente mi ataque y conseguir por fin mi primer, aunque no oficial, verdadero trofeo de caza. Debía ser el primero en explotar esta mina de oro.
Algunas muertes humanoides en el echo del río me dieron el renombre. Algunos colonos me llamaban “El Diablo del río de la Muerte”…así me renombré entonces: STYGIMOLOCK
Quiero ser el mejor:
Ésta idea me fue truncada rápidamente y se esfumó tan fugazmente como llegó:
El cielo se tintó de negro para dar a conocer un proyectil de gran tamaño que impactó directamente contra la base humanoide. Una gran columna de humo surcaba el recién despertado cielo. Me acerqué hacia la zona. Mía fue la sorpresa al descubrir o, mejor dicho, reconocer el proyectil; Material yautja, cápsulas de Muerte Negra.
¡Oh, por todos los dioses! ¡Muerte Negra!...mmm…la conjunción entre las dos especies puede crear algo realmente muy peligroso, ¡algo que supera potencialmente mis posibilidades!
La sangre corría rápidamente por mis venas y mi corazón bombeaba sin descanso, repetidamente, el deseo de la caza. Era la hora de activar el fusil de plasma. Redireccioné el visor del casco y preparé las cuchillas de las muñecas. Salté justo encima del cráter que había dejado el meteoro Pred. El mecanismo de expulsión de huevas ya se había alejado y autodestruido. El trazo dejado era fácil de seguir. La sorpresa fue mía al descubrir que había habido una intrusión grave. Algunos humanos ya habían exterminado las huevas y crías, aunque habían muerto en el intento pues uno de ellos presentaba una excreción pectoral. Uno de ellos consiguió su objetivo. Rastree sin éxito a la presa y cuando lo daba todo por perdido el detector de plasma se volvió loco: la variación de ADN de los humanoides había propiciado una ventaja inaudita en el Alien. El plasma debía ser disparado manualmente, sin el recurso de la selección automática. Sólo me dio tiempo de saltar hacia el tejado más próximo tras soltar la primera descarga que pareció no afectar a la presa. Mis descargas se sucedieron mientras se acercaba rápidamente. Conseguí inútilmente baciar por completo la carga energética del plasma. Dejándome al descubierto cuerpo a cuerpo contra él. La solución más acertada fue la retirada a tiempo para preparar un nuevo ataque. Cargué mi lanzarredes y…nooooooooo…consiguió alcanzarme y derribarme. Un solo golpe de su cola bastó para levantarme varios metros del suelo. Aunque la destreza conseguida estos años hizo que, al menos, aterrizara en buena posición. Había conseguido abrir brecha en mi armadura. Sangraba, había olvidado como era eso, como era el dolor. Mi perdida de sangre era preocupante, y sólo me había asestado un golpe. Pensé que mi única solución era la de una muerte autoproclamada con honor…pero me lo pensé mejor. Tiré el disco directo hacia su cabeza saltando hacia él (su rapidez había menguado al ganar fuerza. ) y picó el anzuelo: saltó para esquibar el golpe dándome la ventaja; le asesté un golpe mortal en el cráneo en el aire mientras caía, malherido por las salpicaduras ácidas de su sangre. Encontré, por eso, un buen sitio donde caer: un ponposo VEHÍCULO REFORZADO DE EXPLORACIÓN!!!!!
Cuando abrí los ojos descubrí sorprendido que dos individuos de mi raza me llevaban en brazos hacia una nave dirigidos por lo que parecía un macho alfa dominante. La sorpresa no duró mucho…sólo recuerdo oscuridad.
La llegada de los mios:
He despertado en una gran sala, intubado y vendado. Reconozco mi casco maltrecho en un rincón de la misma y parte de lo que queda de mi armadura (que no es gran cosa). Por el estado de mis heridas parece ser que llevo varios dias aquí. Parece ser que la recuperación de la consciencia ha activado un montón de luces y siseos. Tengo ropa y arneses limpios preparados sobre una mesa poco trabajada. Una mirada rápida en la instancia me desvela su función médica y una escotilla me informa de mi viaje por las estrellas. Al mirarme al espejo descubro con asombro una marca de clan situada justo en el pecho, marcada, por lo que parece, con sangre ácida de Muerte Negra. Soy llamado por un sistema de megafonía.
Recorrí el pasadizo hacía la estancia principal de la nave para descubrir satisfactoriamente mi ceremonia de ascensión al clan.
Una gran sala circular con cuatro entradas, vigilada por una trabajada y laboriosa cúpula y presidida por los Honorables. Hon. Sauron, el macho alpha, dirigió todo el cotarro y aunque fue convencido por Hon. Anubis y Hon. Grake, conseguí mi ascensión aún teniendo una edad ya abanzada. Horas más tarde presencié la ascensión de Astaroth y DarkPredator jóvenes entusiastas con grandes posibilidades. Pocos éramos los miembros del clan, pues había sufrido grandes pérdidas en la cacería anterior: la captura de una Reina Xenomorpho.
Hon. Anubis me contó dias más tarde de la pérdida de Neo en esa cacería. Un buen compañero, que fue sorprendido en una emboscada por cientos de aliens. Describió como se quitó la vida honorablemente al activar su detonador termal dando muerte a la mayoría de ellos y dando la posibilidad a los demás supervivientes del clan de escapar. Ahora podemos observar su legado: nuestra PUERCA!!!
EN CONMEMORACION A UNA DE LAS MEJORES ETAPAS DE MI VIDA!!!!